Síntesis del segundo encuentro
En esta oportunidad abordamos la obra de arte desde el
pensamiento. Lo titulamos Arte para mirar, arte para pensar, involucrando todas
las formas de pensamiento que intervienen en la apreciación de la obra de arte.
La percepción como primer paso para observar, analizar, catalogar, comparar,
recorrer, vincular, en fin, lo que llamamos la lectura de la obra ocupó la
primera parte del encuentro. Fuimos analizando en distintas obras de arte los
elementos del lenguaje visual y su importancia en la constitución de la obra. Y
pudimos comprobar que cuando miramos, también pensamos.
Luego de ver algunas corrientes filosóficas dentro de la
gnoseología, las distintas posturas que hubo sobre la forma de abordar el
conocimiento, disfrutamos de la clásica merienda casera que acompaña estos
encuentros. Compartimos las experiencias de las visitas a exposiciones
realizadas en este último mes, y nos dispusimos a continuar con el taller.
A partir de este momento, vimos obras que desde lo visual,
nos disparan a otros ámbitos del pensamiento humano, como lo emotivo, el
recuerdo, la reflexión. Y por último nos adentramos en el complejo análisis de
algunas obras del conceptualismo de s. xx que por su hermeticidad y ambigüedad,
nos exigen un abordaje racional y trabajoso para lograr la aprehensión del
hecho artístico.
Finalmente, comparamos las obras plásticas con algunas
musicales y literarias, y, nos animamos a realizar un “Cadáver Exquisito” entre
todos los participantes. La actividad consistió en partir de un texto narrativo
tradicional ( ver abajo) extraer el tema principal y, luego, generar
entre todos un texto conceptual sin estructura tradicional.
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER - MILAN KUNDERA – 1984-
RBA Editores -
Narrativa Actual – 1993- pág 44-45.
“Ella trataba de verse a sí misma a través de su cuerpo. Por
eso se miraba con frecuencia al espejo. Como le daba miedo que la sorprendiera su
madre, sus miradas al espejo tenían el cariz de un vicio secreto.
No era la vanidad lo que la atraía hacia el espejo, sino el
asombre al ver a su propio yo. Se olvidaba de que estaba viendo el tablero de
instrumentos de los mecanismos corporales. Le parecía ver su alma, que se le
daba a conocer en los rasgos de su cara. Olvidaba que la nariz no es más que la
terminación de una manguera para llevar el aire a los pulmones. Veía en ella la
fiel expresión de su carácter.
Se miraba durante mucho tiempo y a veces le molestaba ver en
su cara los rasgos de su madre. Se miraba entonces con aún mayor ahínco y
trataba, con su fuerza de voluntad, de hacer abstracción de la fisionomía de la
madre, de restarla, de modo que en su cara quedase sólo lo que era ella misma.
Cuando lo lograba, aquél era un momento de embriaguez: el alma salía a la
superficie del cuerpo como cuando los marinos salen de la bodega, ocupan toda
la cubierta, agitan los brazos hacia el cielo y cantan.”
A partir de este fragmento, para el disfrute de todos los
lectores transcribo el texto que obtuvimos:
“Mirándose al espejo, busca
diferenciarse de su madre, qué bueno
es saber que vengo de vos y voy a ser una persona diferente, pues la luz no fue nunca la misma cara, misma nariz, pero por dentro no es más la que los otros
ven niña, acércate, el lugar es
peligroso y hay mucho, mucho trajín
para terminar con tamaño desastre fue
la experiencia que muchos autores de postguerra nos expresan en sus obras que despiertan la imaginación en todos los costados del alma que trato de encontrar entre los
despojos de este cuento.”